Consecuencias del Trauma Complejo: miedo, culpa y vergüenza
Pete Walker, autor de Complex PTSD: From Surviving to Thriving dice del miedo, la culpa y la vergüenza como las compañeras del trauma complejo.
El miedo, la culpa y la vergüenza son expresiones emocionales normales ante determinados hechos que nos hacen ser adaptativas/os a las situaciones. El miedo nos hará ponernos en alerta ante un posible peligro, la culpa nos hará reflexionar sobre nuestros actos y comprobar si hemos hecho algo malo para poder mejorar y disculparnos, mientras que la vergüenza nos hace ir con calma frente a eventos sociales y ajustarnos a unas reglas determinadas.
Sin embargo, en personas traumatizadas, estos estados
emocionales (si bien más predominantes algunos de ellos en algunas personas)
son recurrentes, intensos y paralizantes.
¿Miedo a pedir ayuda cuando estás triste?
¿Miedo a admitir tus errores porque piensen que entonces no
vales nada?
¿Miedo a expresar tu opinión y a decirle a tu amiga que no
opinas lo mismo?
¿Miedo al conflicto?
¿Miedo a que descubran que, en realidad, eres un fraude?
¿Miedo a que vean tus fallos o carencias y te abandonen?
¿Miedo a que alguien se enfade contigo porque el sentimiento
de culpa es intolerable?
¿Vergüenza a que vean como realmente eres?
¿Culpa por cometer un pequeño fallo en el trabajo o en un
trabajo en grupo?
¿Culpa por no ser la mejor amiga, la mejor novia, la mejor
hija, la mejor trabajadora y la mejor estudiante?
¿Culpa cuando decepcionas a alguien y no estás a la altura
de sus expectativas?
Todas estas situaciones despiertan las emociones que tuvimos
cuando éramos pequeñas/os y donde nos sentimos desamparados. Quizás no podías
expresar tu opinión ante un padre abusivo o que te pegaba. Quizás cuando
necesitaste ayuda tu madre estaba demasiado preocupada de su trabajo o de su
enfermedad mental y no puedo prestarte la atención que necesitabas y entendiste
que has de hacerlo todo sola. Quizás nadie te ayudó cuando estabas triste y
encima, te criticaban por ello haciéndote sentir culpable por tener emociones
negativas. Quizás cuando expresabas tus emociones intensas de alegría o enfado
tu madre traumatizada te castigaba por “resalta” o “llamar mucho la atención”.
Quizás tu padre tenía que ser el centro de atención porque tenía tendencias
narcisistas y no dejaba que nadie más tuviera diferentes opiniones a las suyas.
Quizás tu madre y padre se reían de tus ocurrencias menospreciándolas por no
ser correctas, porque “tú no sabes nada”.
Hay que entender que evolutivamente, las niñas y niños
tienen un período crítico donde tienen que ser las reinas y reyes de la casa,
ni más ni menos. De esta manera, aprenden que sus cuidadores/as las valoran y
les prestan atención, que están ahí (lugar seguro). Si esto no ocurre porque
nuestros padres o madres no están adecuadamente entrenados (no es fácil estar
bien educada/o para criar), porque están enfermas/os, traumatizadas/os, son
narcisistas, son “workaholic”, etc., el desarrollo normal de la niña y niño se
va a ver interrumpido. Es por ello que nos volveremos extremadamente sensibles
a aquellas situaciones en las que no seamos el centro de atención (no como
foco, sino entendiendo que todo el mundo presente te reconoce y respeta), no
nos valoren o no nos escuchen.
Los sentimientos de culpa, miedo y vergüenza de cuando
teníamos 2, 5 o 9 años volverán con la intensidad y sentimiento de desamparo de
una niña o niño de esa edad.
Es importante aprender a gestionar estos “flashbacks
emocionales” para reconocer que estos estados extremadamente negativos
corresponden a la niña o niño que no valoraron como debía o que no supieron
querer como de verdad se merecía.
Ejercicio
Para combatir la culpa, la vergüenza tóxica y el miedo, el psicólogo Pete Walker, autor de Complex CPTSD, from Striving to Thriving (2013, p.79), nos sugiere repetirnos a nosotras/os mismas/os estas frases cuando suceda:
(texto traducido del inglés)
"Tengo miedo ahora, pero ya no estoy en peligro como estaba de niña/o.
Me siento culpable, no porque sea culpable, sino porque fui intimidada/o hacia sentimientos de culpa por expresar mis opiniones, mis necesidades y mis preferencias.
Tengo vergüenza porque mis progenitores volcaron aversión hacia mí por ser yo.
Digo no a estas maldiciones parentales tóxicas y estoy orgullosa/o y tengo razón en ver cómo intentaron (intencional o no), desterrar a mi alma. Les devuelvo su vergüenza en modo de aversión a ellos. Una repulsión que cualquier adulto saludable siente cuando ve a una madre o a un padre tratar a su hija o hijo con desprecio, o cuando les ve ignorar sin piedad al niño o niña que sufre"
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